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¿Fértil o libre? Fértil y libre.

Fértil y Libre. Por demasiado tiempo las pensé cualidades opuestas, como si tuviera que elegir entre la creación y las posibilidades. Una locura, y ahora, haciendo un poco de memoria del viaje que me trajo hasta acá, explico por qué

Existe en mi camino de auto-consciencia una especie  de ‘descubrimiento fundamental’, que de tan ‘obvio’ me llevó mucho tiempo saber que no comprendía: soy un todo, una unidad compleja. Si bien puedo nombrar mis ‘partes’ (cuerpo, pensamientos y emociones diseccionados en sus miles de ‘subpartes’- y cada quien les dará sus nombres-), éstas son todas y una a la vez, se complementan y nutren entre sí de un modo tan magnífico, que en un punto del relato es difícil distinguir en dónde empiezan y terminan las características y  funciones de cada una.

Mi cuerpo responde a las leyes físicas, como materia que es, pero también se afecta por la existencia de mis pensamientos y emociones, que a su vez procesan la experiencia del cuerpo y la transforman en conocimiento, criterio, visión del mundo. Un circuito infinito. Soy un todo. 

Más adelante en el camino, di con una reflexión de Sajeeva Hurtado (médica china -aunque colombiana- especialista en patologías de la mujer y creadora de la “Respiración Ovárica”) en la que mecionaba a la mujer como un ser fértil en todos sus planos. Este pensamiento nuevo para mí puso en jaque una premisa que sin querer queriendo había sostenido hasta entonces:

‘debo controlar mi fertilidad para no perder mi libertad’.

Esta lógica divide brutal y arbitrariamente las cualidades y posibilidades de mi ser: cuerpo fértil versus alma libre, es decir, chau a la concepción de mí como un todo integrador de mis partes. Y entiendo que yo no me inventé sola este binomio falaz…

¿o qué tan acostumbradxs estamos a pensar en la fertilidad separada de la idea de un bebé?¿y a la libertad asociada a la maternidad/paternidad?

Ilustración de Sofía Liendo

No es necesario que les relate los pormenores de lo que fue, por mucho tiempo, la campaña contra mi propia fertilidad en pos de defender mi amada idea de libertad. Lo peor de todo fueron el miedo y la desconfianza sobre mí misma. Llegué a percibir en mi cuerpo a un traidor de mi deseo y placer, lo castigué desordenándolo y reprimiéndolo, y su integridad fue lo último en qué pensar a la hora de tomar decisiones. 

Religión y academia, contra el cuerpo.

En mi caso particular, leo la influencia del dogma religioso: “el espíritu es lo importante”, y del casi invisible pero vigente dogma académico-intelectual: “la mente y las ideas son lo importante”, en la naturalidad con que asumí el desprecio por mi cuerpo, sus necesidades y ritmos. Sobre esto puedo decir que, desde la experiencia personal, he podido observar que culturalmente tendemos a validar algo mediante la negación, supresión o descrédito de “lo otro”.  En el caso de las religiones con las que comúnmente convivimos en Argentina (y hablo de religión, no fe), el reconocimiento de la parte espiritual de la persona parece implicar la descalificación del cuerpo físico, convirtiéndolo en fuente de deseos nocivos e ideas corrosivas, algo que deberíamos controlar en vez de conocer y disfrutar. Crecí en esa concepción desde que nací hasta mis veintiuno.

Me vi a mí misma, a mi familia y amigxs buscar la espiritualidad escondiendo los cuerpos en nombre de la decencia y modestia, reprimiendo deseos y exploración del placer en nombre de la moral y la pureza. Creí que al correrme del círculo de la práctica religiosa me encontraría con la gente libre. Pero resulta que ni el moralismo ni las conductas religiosas son propiedad exclusiva de las iglesias.

Y vi esto: dentro de los círculos de intelectuales también existe el prejuicio contra el cuerpo, contra el cuidado del cuerpo, el disfrute del cuerpo desde la apariencia hasta las prácticas más libres del amor, sobre las cuales se es capaz más de teorizar que de experimentar si se ponen en juego los egos. Muchas personas sintiendo vergüenza del deseo de cultivarse físicamente como les plazca, mucha burla sobre la “mujer bonita con poco cerebro”.

También compartí, y en parte me identifiqué, con aquellxs que perciben su cuerpo solo como canal de su placer y destruyen su armonía y equilibrio en nombre de la libertad. (Y el poema nació: Llama libertad a pisotear las flores mientras anda).

En fin, toda la luz que había en mi deseo de nutrir la bondad, espiritualidad e inteligencia que me habitan, fue erosionando a fuerza de prejuicios la relación con mi físico, no solo desperdiciando bellísimas oportunidades de explorarlo sino también desconectándome de sus necesidades y ritmos, que, ahora veo,  son los míos.

El problema, según entiendo, no fueron los métodos anticonceptivos que utilicé (aunque todavía estoy limpiando mi organismo de un par), sino la violencia que ejercí contra mi cuerpo y la evidente falta de libertad, ya que no actuaba por libre voluntad sino por temor.

Y en un instante, la percepción pudo mutar

Vuelvo al momento en que percibí por primera vez mi fertilidad como algo positivo. Fue un segundo, pero ese pensamiento se hinchó de sentido y empapó todo mi ser. Supe: yo soy un ser fértil en mi cuerpo, mente y emociones; y mis posibilidades como ser fértil no se reducen al plano físico. También puedo concebir, gestar, nutrir, parir y maternar en el plano de la ideas y las emociones, concretar proyectos, circunstancias o lo que se me ocurra. He ahí mis proyectos y anhelos profundos, los frutos de mi fertilidad.

Aceptar y asumir mi fertilidad como algo bueno multiplicó infinitamente las formas de mi libertad. Con el aceptar vino la calma, la posibilidad del disfrute, y con el asumir vino la responsabilidad de conocer los caminos de mi libertad.

Quizás un día elija concebir, gestar, nutrir, parir y maternar hijxs físicxs…o quizás elija siempre concebir, gestar, nutrir, parir y maternar textos, fotografías, música…o quizás elija  algo ahora y otra cosa después. En cualquier caso será con valoración de mi fertilidad, fertilidad que debo conocer para comprender y estimular hacia donde yo deseo que dé frutos.

Soy fértil y libre, consciente de mis posibilidades; me conozco, me amo y puedo elegir.

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